La evangelización en marcha

"Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios." Hechos 20:24

Nombre: Francisco Aular
Ubicación: Toronto, Ontario, Canada

sábado, abril 29, 2006

¡Ni un paso atrás!



“Pero el Señor le dijo a Moisés: “¿Por qué clamas a mí? ¡Ordena a los israelitas que se pongan en marcha!”. Éxodo 14.15 (NVI)…. “Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante". Hebreos 12.1 (NVI)

Amada(o) en Cristo:

Lo sé. Nada de original en el título de esta carta. Esta expresión ha sido el grito de batalla de los partidos políticos y de los ejércitos del mundo. Pero el veerdadero sentido como mucho de lo que los seres humanos hacemos, está en la Palabra de Dios, la Biblia. Ciertamente, por las Sagradas Escrituras, sabemos que el propósito eterno de Dios para con el ser humano, es hacerlo parte de Su reino eterno. Le agradó Dios tener un edificio, una ciudad permanente que vendrá desde el cielo a la tierra, al final de la historia de la humanidad como la conecemos. Esa ciudad que Dios la llama “La nueva Jerusalén” será el destino final de todos lo que han experimentado el nuevo nacimiento en Jesucristo. Por eso, este mundo para el cristiano nacido de nuevo, es apenas el escenario en donde se entrena para reinar con JESÚS para siempre. El apóstol Pablo, escribió en Filipenses 1:6, mientras que estaba en la prisión: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” El compartió este hermoso mensaje con sus discípulos de Filipos. Hoy en esta carta que les escribo presento tres razones por la cual podemor poseer una fe cristiana desafiante y dinámica, que nos haga exclamar: ¡Ni un paso atrás! Una fe firme en donde como pueblo de Dios podemos vivir confiadamente, a pesar de lo que estemos pasando. Estas tres razones pueden ser también para nosotros como anclas a las cuales podemos aferrarnos, no importa lo que esté pasando a nuestro alrededor y las circunstancias en las que nos encontremos, sabemos que nuestro Dios nos llevará a un puerto seguro. Veamos:
¡Ni un paso atrás! Porque por la Biblia, sabemos quién es Dios. Hubo un tiempo en que yo pensaba en Dios de una manera religiosa, lejana y supersticiosa. Pensaba por ejemplo, que Dios es amor y nos ha puesto en este mundo para que hagamos lo que nos parezca en gana, sin dar cuenta a nadie. El dar cuenta a Dios, sería algo que enfrentaríamos después de muertos. Tenía una prima que era una rezandera en todos los velorios a que era invitada para pedir por el “descanso del alma” de algún familiar o amigo. Ella mi hizo su compañero de rezo, yo tenía unos diez años. No había persona que se muriera en el barrio, sin que nosotros dos, estuviéramos allí, para el velorio y los días del “novenario”.Ver aquel ambiente supersticioso en que la gente mayor que yo, hacía cosas icomprensibles a mi mente infantil: las mujeres rezaban y lloraban, acopañándonos. Los hombres tomaban licor y hacían chistes (los cuales yo me perdía por estar rezando). No faltaba la comida, generalmente queso, galletas, café, chocolate y ¡licor! El olor a velas y a flores de muerto, completaban, un cuadro tétrico que no me dejaba tranquilo a la hora de dormir. En esos años, el miedo a morirme, era terrible. A pesar de todo eso, la adolescencia me encontró estudiando y trabajando. Dios entonces pasó a ser muy importante, especialmente, en Semana Santa. Esos días ir a las iglesias y al cine a ver películas sobre temas bíblicos era parte de mi ritual. Dios continuaba siendo para mi, alguien muy lejano. Hasta que en la Semana Santa de 1963, un Jueves Santo por cierto, tomé en mis manos, una Biblia. El Espíritu Santo, por fin encontró entrada a mi vida, cuando me arrepentí de mis pecados y oré pidiéndole al Señor JESÚS, que entrara en mi corazón. ¡Esa inolvidable tarde no sucedió ningún terremoto¡ Simplemente creí en lo que la Biblia, nos dice. ¡Desde ese momento empecé a estudiar acerca de Dios y de Su plan para los seres humanos! ¡Eso cambió mi vida! Sí, efectivamente, la Biblia nos habla de Dios, y es Él mismo, hablándonos. Por eso la Biblia es el libro de la vida cristiana. La Biblia es el mapa de Dios para llegar al cielo, con San Jerónimo podemos afirmar, que: “Ignorar las Escrituras es ignorar al mismo Cristo”. Hoy, contemplamos a las personas buscar un credo que tenga autoridad. Han escuchado la voz del político, del filósofo y del científico, pero todavía sienten un profundo vacío en ellos mismos y en sus mensajeros. Las religiones no pueden llenar ese vacío tampoco, cuando sólo se ocupan de lo terrenal. Han puesto la confianza en lo puramente humano, pero el problema del ser humano es espiritual. Cada vez que comparto el evangelio con las personas, me doy cuenta de que andan buscando un fundamento sobre el cual basarse. Pues, mis amados, este fundamento ya está puesto: ¡Es la Biblia! JESÚS, habló con autoridad, cuando dijo: “Ustedes estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor!” Juan 5.39 (NVI) Por la Biblia, sabemos que hay un Dios, y solo uno, viviente y verdadero. Son las Escrituras que nos afirman que Dios es un Ser inteligente, espiritual y personal, el Creador, Redentor, Preservador y Gobernador del universo. Dios es infinito en Santidad y en todas las otras perfecciones. Dios es ¡Todopoderoso y todo lo sabe; y ese perfecto conocimiento se extiende a todas las cosas, pasadas, presentes y futuras, incluyendo las decisiones futuras de sus criaturas libres! Un Dios así, merece que nuestra fidelidad y gratitud vayan hacia Él. A Dios le debemos también, el amor más elevado sobre cualquier otra persona, cosas e interés; esto debe ir acompañado de reverencia y obediencia. En las Escrituras y aunque todavía no podamos entender lógicamente y con nuestra mente finita todas las cosas, Dios se nos revela a los seres humanos en los siguientes términos: El Dios eterno y trino, se revela así mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, distintos atributos personales, pero sin división de naturaleza, esencia o ser. Por eso, cuando el pueblo de Dios, Israel, es sacado de servidumbre y esclavitud en Egipto, le ordena a Moisés que el pueblo no se detenga: ¡Que se ponga en marcha y sin un paso atrás! Porque Él, estaría con Su pueblo. ¡Dios cumplió Su promesa! La razón por la cual Moisés y los otros grandes hombres de Dios, vivían confiadamente en Dios y le obedecían era porque ellos estaban completamente seguros en el carácter de Dios. Aquellos hombres y mujeres que encontramos en la Biblia, no pusieron sus miradas o sus esperanzas en lo que ellos estaba viendo a su alrededor, o aun en lo que estaba viviendo en ese momento. Esos héroes bíblicos, estaban confiados plenamente de que Dios estaba en control de todas las cosas. Dios no nos promete que entenderemos todas las cosas, pero Él si nos pide que confiemos en Él. Mi confianza es inconmovible porque descansa en el hecho de que Dios es soberano, por eso puedo vivir confiadamente descansando en Él. En este asunto puedo exclamar: ¡Ni un paso atrás!

¡Ni un paso atrás! Porque por la Biblia, sabemos que Dios nos conoce personalmente. En efecto la Palabra de Dios nos dice: “Yo soy tu creador. Te cuidé aún antes de que nacieras”. Isaías 44.2 (PAR) Nosotros nos somos el fruto de la casualidad, ni de la planificación familiar que hicieron nuestros padres. La verdad de todas es que desde el mismo momento de la formación del mundo: ¡estuvimos en la mente de Dios! Como nos lo dice, el afamado escritor Rick Warren, en su libro: Una vida con propósito: “Dios diseñó cada característica de tu cuerpo. Eligio tu raza a propósito, el color de tu piel, tu cabello y cualquier otro detalle. Hizo tu cuerpo a la medida, tal y como él lo quería. También dispuso todos los talentos naturales que posees y la singularidad de tu personalidad. La Biblia dice: “Me conoces por dentro y por fuera. Conoces cada hueso de mi cuerpo; sabes cómo fui hecho, parte por parte, cómo fui esculpido”. A veces es más fácil confiar en Dios con los eventos grandes de la vida que en las cosas ínfimas y que parecen insignificantes para nosotros. Que hermoso es saber que el mismo Creador del universo, también está al tanto de mí y conoce cada detalle íntimo de mi vida e incluso sabe el número de cabellos en mi cabeza (Mateo 10:30). Esto significa que cada evento de mi vida es parte de Su plan perfecto—incluyendo las cosas y las situaciones que yo no entiendo. Por lo tanto, yo puedo vivir confiadamente porque se que Dios está al tanto de cada detalle de mi vida. Ese fue uno de los descubrimientos que hice, la inolvidable tarde en que nací de nuevo. Hasta ese día, Dios era alguien muy lejano para mí. Me parecía que Dios estaba más ocupado con otras cosas que estar pendiente de alguien tan insignificante como yo. Pero mientras leía, la oración sacerdotal del Señor JESÚS, en el capitulo 17 de Juan, intercediendo por mí, me detuve en el versículo veinte: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos”. Me di cuenta que yo estaba leyendo nada más y nada menos que el evangelio de Juan, uno de los discípulos de JESÚS, que estaba en ese Aposento Alto, el lugar en donde el Señor, elevó la oración. Mil novecientos sesenta y tres años, después, yo estaba leyendo la palabra escrita por Juan, entonces, deduje: ¡Aquí estoy yo! ¡El Señor oró por mí! ¡Oh bendito sea Dios! Este descubrimiento, me humilló. Me conmovió. A decir, verdad, me hace vivir humillado bajo el poder de Dios. Creo que algo como esto inspiró a David, en el Salmo 139, cuando dice en los versículos uno al ocho:
“Dios mío, tú me conoces muy bien; ¡sabes todo acerca de mí! Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; ¡aunque esté lejos de ti, me lees los pensamientos! Sabes lo que hago y lo que no hago; ¡no hay nada que no sepas! Todavía no he dicho nada, y tú ya sabes qué diré. Me tienes rodeado por completo;¡estoy bajo tu control!¡Yo no alcanzo a comprender tu admirable conocimiento!¡Queda fuera de mi alcance!¡Jamás podría yo alejarme de tu espíritu, o pretender huir de ti! Si pudiera yo subir al cielo, allí te encontraría; si bajara a lo profundo de la tierra, también allí te encontraría”. (BLS)

¡Ni un paso atrás! Porque por la Biblia, conocemos el final de la historia. Uno de los apóstoles que más escribió para inspirar confianza en el triunfo final de Dios, fue Pablo, no tenía duda alguna, al escribirle a su amigo Timoteo y sus otros discípulos, aun estando preso y desde una cárcel de Roma, sobre el glorioso final de la historia. Sea cual sea la circunstancia por la cual Dios nos permita pasar—las persecuciones, los falsos profetas, políticos sin integridad, los conflictos de la vida, o las tragedias personales—Dios siempre tendrá la última palabra en la historia de cada persona. Es por eso que Pablo podía decir, "Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos!. . . Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración” — ¿Y cuál es el resultado de vivir de esta manera? “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” Filipenses 4:4-7 (RV60) El autor de Hebreos vio la vida humana del nacido de nuevo, como una carrera hacia el triunfo final. El discípulo mientras corre en esta vida, se debe despojar de todo lo que le estorba porque como ya conoce el fin de la historia, sabe que el triunfo final es seguro. Bueno es hora de despedirme y lo hago con el poema de Amado Nervo, Tú:

Señor, Señor, Tú antes, Tú después, Tú en la inmensa
hondura del vacío y en la hondura interior.
Tú en la aurora que canta y en la noche que piensa;
Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin flor.
Tú en el cénit a un tiempo y en el nadir;
Tú en todas las transfiguraciones y en todo el padecer;
Tú en la capilla fúnebre, Tú en la noche de bodas;
¡Tú en el beso primero, Tú en el beso postrero!
Tú en los ojos azules y en los ojos oscuros;
Tú en la frivolidad quinceañera y también
en las grandes ternezas de los años maduros;
Tú en la más negra sima, Tú en el más alto edén.
Si la ciencia engreida no te ve, yo te veo;
si sus labios te niegan, yo te proclamaré.
Por cada hombre que duda, mi alma grita: "Yo creo"
¡y con cada fe muerta, se agiganta mi fe!


Es todo por hoy
Pastor y amigo,
Francisco Aular
faular@hotmail.com
(703) 368-9176
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