La evangelización en marcha

"Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios." Hechos 20:24

Nombre: Francisco Aular
Ubicación: Toronto, Ontario, Canada

jueves, abril 20, 2006

¡Ponte en la brecha!


“Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”. Ezequiel 22.30

¡Gracias por tu visita! Otra vez estamos aquí, en nuestra cita semanal. Quiero advertirte que estoy orando porque esta carta, despierta la fe salvadora en ti para que te lleve a JESÚS. Del mismo modo te informo que en toda esta carta estaré utilizando la palabra brecha como sinónimo de estar dispuestos y disponibles para ser usados por Dios a favor de los seres humanos en todo lugar, en todo tiempo y a cualquier precio. Veamos.

¡Ponte en la brecha! A causa de la autoridad que nos extiende el llamamiento. Hace dos mil años el mismo JESÚS, resucitado, en un monte hasta ahora desconocido en Galilea, lanzó el desafío mas grande que un dirigente religioso, haya hecho a sus discípulos: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo”. Mateo 28.19-20. En otras palabras: ¡Pongánse en la brecha! Sin duda este es el más grande de los desafíos que se le haya hecho aun pequeño grupo de hombres y mujeres. Antes, de estas palabras del Señor también les había dicho: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.” Tú y yo, podemos pensar que esos discípulos eran los menos indicados para que se les encomendara un reto tan grande. Aquellos hombres y mujeres no eran lo más prominentes en el mundo. ¡Que me perdónen los apóstoles por lo que voy a decir de ellos! Pero yo nunca los hubiera escogido para lanzar un desafío global. Mientras más leo de ellos, más creo en la Biblia. ¡La Iglesia es un milagro! Porque si Dios, no hubiera estado con ellos: ¡No hubieran llegado a ninguna parte! Aquellos hombres y mujeres eran la chusma del pueblo en que vivían. Pero con toda sinceridad tenemos que decir algo muy bueno de ellos: ¡eran obedientes! Porque sin obediencia, no existe nada que valga la pena en el Reino del Señor. Aquellos hombres y mujeres se les pidió que a los discípulos que ellos alcanzaran para el Señor, los evangelizaran, los bautizaran y discipularan: “enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes”. Aquellos discípulos se pusieron en la brecha y cambiaron la historia. Ellos obedecieron. No tenían títulos universitarios. Eran hombres y mujeres del pueblo. No tenían recursos financieros. Pero esos hombres y mujeres fueron por todas partes del mundo conocido de aquel tiempo. No los detuvo la barrera idiomática, ni la barrera social. La barrera cultural la atravesaron por medio de la brecha que abrieron. Los políticos quisieron detenerlos, no pudieron. Los religiosos los intimidaron con el juicio divino por dejar la religión de sus padres, pero ellos perseveraron y convencieron a muchos, entre ellos a Saulo de Tarso, quien después vino a llamarse: Pablo. ¡Este sí, era un hombre de alto valor intelectual que se abrió brecha y llegó a testificar, nada más y nada menos que hasta en el palacio del emperador romano! Los hombres y mujeres de su generación, viendo el avance incontenibles del evangelio, exclamaron: “¡Estos que alborotan al mundo entero también ha venido acá!” Hechos 17.6 ¡Nada, ni nadie puede detener el avance eficaz del mensaje de la Palabra de Dios!

¡Ponte en la brecha! A causa del fracaso de los esfuerzos humanos para mejorar al mundo. He aquí la verdad que buscamos todos los seres humanos: ¡Este mundo debe ser cambiado! Tenemos que reconocer que los líderes humanos han hecho grandes esfuerzos a través de la historia de la humanidad para cambiar al mundo. Tampoco puedo negar el gran salto favorable que nos ha prestado todos los avances científicos, tecnológicos, sociales, culturales, psicológicos, filosóficos y aun políticos desde que el mundo es mundo. Sin embargo, el mal que aqueja este mundo es el pecado. Por ello, este mundo sigue igual: ambiciones desmedidas con base en el egoísmo, tensiones políticas que desembocan en conflictos bélicos, problemas raciales con el resurgimiento una y otra vez de odios tribales, los avances científicos y tecnológicos que son desviados de su propósitos inciales en perjuicio de la humanidad, los daños al medio ambiente y agotamiento de los recursos no renovables, millones de seres humanos desplazados del lugar en donde nacieron en la búsqueda de la seguridad y el biensar que sus gobiernos no pueden ofrecerles, la corrupción galopante de los gobiernos y los póliticos, las iglesias cristianas desviadas del propósito de ser la sal de la tierra, líderes religiosos corrompidos y sin vocación, la predicación del éxito en lo temporal en vez de nuestro destino eterno. Etcétera. Todos los esfuerzos y revoluciones son inútiles porque el ser humano sigue siendo el mismo, después de su salida del Edén. Todas estas “revoluciones” fracasan, porque la verdadera revolución y el hombre nuevo que ella forma, la definió el mismo JESÚS, cuando le dijo a Nicodemo: “--De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios--”.

¡Ponte en la brecha! A causa de la urgencia de la tarea. Si tú eres uno que como yo, vives pendiente de lo que pasa en el mundo y quiere estar bien informado, te habrás dado cuenta que las cosas que están ocurriendo, no nos permiten salir del asombro. Nunca como hoy habíamos estado al borde de la tercera y posiblemente, última guerra mundial. Como ha dicho un estadista oriental: “Quien quiera sangrar menos en tiempos de guerra, tendrá que sudar más en tiempos de paz”. ¡Señor ten piedad de nosotros! Si hemos de predicar la salvación en Cristo, ya no tenemos mucho tiempo. El caballo apocalíptico de la guerra, está amarrado con cuerdas muy débiles, en cualquier momento, se pueden romper. También nos acosan los fenómenos naturales y crímenes horrendos. “¿Dónde está Dios, cuando ocurre algo así?” Es la pregunta que escuchamos ante un crimen espantoso, un aletazo de la naturaleza y cuando los seres humanos se alistan para la guerra. La Biblia nos dice claramente que Dios no inventó el mal. Él tiene un plan para los seres humanos mucho más elevado, desde antes de la fundación del mundo. Al principio ese plan se mantuvo en pie. No había maldad, no había crímenes, no había guerra, ni tampoco ningún fenómeno natural que acabara con Su creación. Pero la exigencia de Dios, era la obediencia del ser humano. Adán, el nombre de aquel primer hombre, se mantenía en permanente amistad con Dios, escogió no obedecer más a su Creador. Se creyó dueño de su propio destino. Se dijo como muchos de nosotros: ya estoy grandecito y puedo pasármela sin Dios. Allí estamos. La Biblia nos habla de JESÚS, Él, “vino a buscar y a salvar los que había perdido”. Dios vino en forma corporal a esta tierra, como lo habían señalado, la Biblia. JESÚS, nació como nadie, nació como dice, la Biblia. JESÚS, vivió como nadie vivió como lo dice, la Biblia. JESÚS, murió como nadie murió como lo dice, la Biblia. JESÚS, resucitó como nadie resucitó como lo dice, la Biblia. ¡Todas estas profecías fueron hechas antes del nacimiento de JESÚS, y se cumplieron! Solo falta el final: ¡JESÚS viene otra vez a buscar a Su pueblo para llevárselo a reinar con Él! ¡Luego vendrá a juzgar al mundo! ¡Bajará del cielo a la Nueva Jerusalén, la ciudad en donde vivirá con Su pueblo! Todo lo que nos ha dicho la Biblia se ha cumplido. Por eso, tenemos una fe firme y segura en la Palabra de Dios. Mientras tanto, tenemos que predicar el evangelio, las buenas noticias de salvación en JESÚS, por fe en Él, para comprometernos con Él, de una vez y para siempre. Tenemos que predicar este mensaje a los que no han oído. ¡En eso estamos! La urgencia del mensaje nos lleva a decir: ¡Es ahora o nunca!

¡Ponte en la brecha! A causa del dolor y el sufrimiento que nos rodea. Así Dios le dijo a Ezequiel, el gran profeta del siglo sexto A. de C. Fue llevado por la fuerza del enemigo, fuera de su tierra. El dolor de patria se apoderó de él, como se apodera de nosotros cuando vemos las grandes necesidades de nuestro pueblo que dejamos atrás. Exilado en Babilonia pasó varios años de su juventud. A sus oídos le llegaban las noticias de su pueblo, el pueblo judío estaba cautivo y bajo el dominio de un gobierno nefasto, los líderes religiosos se habían corrompido. Abundaron los falsos profetas que se aferraban de lo temporal en vez de lo eterno. Las quejas, el llanto y el lamento se escuchaban por todas partes. Ezequiel, vino a predicar un mensaje que no fue muy bien recibido. Pasó más de veinte años predicando entre su pueblo. Dios lo llamo a sentir dolor por su pueblo. Entre todas las escenas que tuvo que hacer para representar el castigo de Dios por el pecado de su pueblo, estuvo, el acostarse trescientos noventa días del lado izquierdo y cuarenta días sobre el lado derecho. ¿Qué raro verdad? Pero me imagino al profeta diciendo: “¡qué fácil, eso lo puedo hacer sin problemas!” La dificultad estuvo en esto, Dios le dijo: “Yo te ataré con cuerdas, para que no puedas moverte ni a un lado ni a otro…” ¡Imagínese! Durmiendo más de un año de lado izquierdo y amarrado: ¡cuánto dolor! Porque dormir de un solo lado tanto tiempo, sin poderse voltear, debe producir algún dolor en ese lado. Para donde iba Ezequiel, iba también su dolor. La Biblia nos indica que Ezequiel no vio resultados inmediatos de su trabajo. Los símiles que usó Ezequiel para referirse a su pueblo, no dejan dudas de su dolor y frustración: “pueblo, rebelde, imprudente, duro de corazón, contumaz, cardos y escorpiones”. Sin embargo, el dolor fue el yunque que Dios usó para perfeccionarlo. Un eminente estudioso del Antiguo Testamento dice del profeta: “Ezequiel es el hombre de mayor influencia en todo el curso de la historia hebrea”. A este gran hombre, Dios le dijo: “Ponte sobre tus pies, y hablaré contigo”. En esta hora triste de la humanidad nos dice: ¡Ponte en la brecha! ¡No hay tiempo que perder! En adición a esto, podemos decir: el dolor, no lo olvides nunca, es un crisol que nos purifica de la escoria de nuestro propio corazón, la perfección de nuestra obediencia al Señor, afila el carácter para salir de nuestra zona cómoda y apropiarnos de nuestra responsabilidad en la obra de Dios, nos ayuda a eliminar nuestro orgullo, nuestro amor propio y el egoísmo que lo quiere todo para sí mismo. El sufrimiento nos enseña a confiar más en Dios y nos eleva hacia lo puro y elevado. El dolor no debe postrarnos ante él, sino postrarnos delante de Dios. El dolor nos permite evaluar el sufrimiento de los demás. No permitas sentir autocompasión por tu dolor y sufrimiento. Sé como los árboles grandes, sus hojas se caen en el otoño, en el invierno parecen que estuvieran secos y muertos. Los árboles no se quejan. Ni les echan culpa a los demás por su dolor y sufrimientos. Ellos esperan por la primavera para reverdecer, dar flores, hojas y frutos. Tenemos que aprender a adornar nuestro dolor como se adornan los aristócratas, con cuidados y sin aspavientos. Sócrates dijo: “Si los infortunios de toda la humanidad se pusieran en un solo montón y cada uno tuviera que tomar una porción igual, la mayoría de la gente se conformaría con tomar sus propios infortunios y marcharse.”

Recuerda: ¡Ponte en la brecha! Me despido con el soneto del poeta puertorriqueño. José de Diego, que gentilmente puso en mis manos, ese puertorriqueño de excepción, el Dr. Samuel de la Rosa. Se titula “En la brecha”.

¡Ah desgraciado si el dolor te abate,
si el cansancio tus miembros entumece!
Haz como el árbol seco: reverdece
y como el germen enterrado: late.

Resurge, alienta, grita, anda, combate,
vibra, ondula, retruena, resplandece...
Haz como el río con la lluvia: ¡Crece!
Y como el mar contra la roca: ¡Bate!

De la tormenta al iracundo empuje,
no has de balar, como el cordero triste,
sino rugir, como la fiera ruge.

¡Levántate!, ¡Revuélvete!, ¡Resiste!
Haz como el toro acorralado: ¡Muge!
O como el toro que no muge: ¡Embiste!

Es todo por hoy,
Pastor y amigo,

Francisco Aular
(703) 368-9176
faular@hotmail.com
Visite también la bitácora que habla de las Marchas:
http://francisco-aular.blogspot.com/

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Muchas gracias por su mensaje..Pastor, siempre espero sus escritos. Dios lo siga bendiciendo y nos siga dandonos crecimiento a traves de esta pagina. Me gusto mucho el tema sobre el temor. Oh! que bueno que Dios nos envio a nuestro Salvador , y nos llevara a su lado, como lo dice su palabra! Desde Mississauga , Ontario
Jeanette Banda -Jer

jueves, abril 20, 2006  
Anonymous Anónimo said...

Hola mi nombre es Esmeralda Sandoval, gracias a Dios por la vida que le ha concedido y por el artículo, que ha sido muy útil para mi. Bendiciones desde México

martes, septiembre 03, 2013  

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