Corazones quebrantados
“El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor”. Lucas 4.18-19
Con amor a mis amados hermanos, discípulos y amigos
Luz Marina, Boanerges De Armas e hijos
Con amor a mis amados hermanos, discípulos y amigos
Luz Marina, Boanerges De Armas e hijos
Amada Luz Marina:
Hoy la enfermedad ha tocado tus puertas y nosotros estamos orando por un milagro. Nosotros sabemos que nuestro Dios es soberano y estamos bajo la cobertura de su gracia, poder y voluntad. Mientras oramos y esperamos, llegue hasta ti y tu lecho, mi aprecio unido al de tantos amados que sienten lo mismo por ti, tu esposo e hijos.
¿Por qué y para qué, los corazones quebrantados? Entre las interrogantes que nos preocupan como seres humanos, se encuentran estas: ¿Por qué debo sufrir tanto? ¿Por qué el sufrimiento parece ensañarse conmigo? ¿Porque a mí Señor? Como te conozco bien, sé que tú no estás entre las que preguntan exigiendo el ¿Por qué? Sino el ¿Para qué? Las primeras preguntas buscan razones, la segunda ven un propósito en la prueba. Hay un mundo de diferencias entre ambas, pero no es el propósito de esta carta, enfocarme en eso. Sin embargo, estas son algunas de las preguntas que con frecuencia escuchamos de nuestros familiares y amigos que están pasando por un momento difícil. Ante esta circunstancia, cabe preguntarnos: ¿Nos veremos algún día nosotros haciendo estas mismas preguntas? Nadie lo desea. Pero es lo más seguro. Me adelanto en decirte que el dolor es parte de nuestro diario vivir, en el transcurso de nuestra vida nos enfrentamos a las enfermedades, problemas, ingratitudes, fracasos y lágrimas. Y con mucha frecuencia el ser humano llega al punto en que siente que ya no tiene fuerzas para seguir resistiendo.
Por otra parte, los que hemos vivido unos cuantos años, como en mi caso, sabemos que la vida en sí misma es una prueba. Somos probados todo el tiempo por medio del sufrimiento, muy a menudo Dios, utiliza nuestras aflicciones para desarrollar nuestro carácter cristiano. No obstante esto, el sufrimiento, por muy grande que sea, nunca debe hacernos olvidar que somos hijos de Dios. Es más el dolor puede hacer que nosotros nos elevemos a un plano superior en nuestra relación con nuestro Padre. El sufrimiento puede ser un crisol que nos purifique de la escoria, que nos libra de todo aquello que daña nuestro carácter. Pone templanza en nuestra vida, nos ayuda a eliminar nuestro orgullo, nuestro egocentrismo que lo quiere todo para sí mismo, sin pensar en otros. Y por encima de todo el sufrimiento nos enseña a confiar en Dios. Porque Dios, no se pone a la vera del camino para vernos desde lejos, sino que se une a nosotros para andar a nuestro lado. ¡Bendita sea Su compañía entre nosotros!
Los corazones quebrantados de los seres humanos, nos enfrentamos a muchos tipos de pruebas, entre ellas, oraciones y clamores, aparentemente no contestados. Críticas y burlas inmerecidas por servir al Señor. Tragedias que nos llegan inesperadamente y sin sentido. Enemigos gratuitos sin haberlos molestado. En fin, el camino del ser humano está lleno de dificultades. La vida humana es como un castillo de naipes que en un segundo se viene abajo. Por lo tanto, no es un camino de rosas. JESÚS, nos enseñó que la cruz era nuestra compañera de viaje en esta vida. Creo que en esto estaba pensando una anciana, cuando en las páginas desgatadas de su Biblia, escribió: “Dios no nos ofrece un camino fácil a la Tierra Prometida, pero sí nos brindará un camino seguro”.
En efecto, los corazones quebrantados tienen una gran esperanza al entender la razón de para qué estamos en el mundo. La Biblia nos dicen que ep propósito de nuestra vida humana, aquí en la tierra, “bios” en griego se nos ha dado para que nos encontremos con la vida eterna “zoé” en JESÚS. Tarde o temprano nos enfrentaremos al dolor y al sufrimiento en la vida “bios”, pero nuestra vida “zoe” se va hermoseando cada vez, más y más. Eso fue lo que dijo el apóstol Pablo, cuando afirmó:
“De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas. Mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial, porque cuando seamos revestidos, no se nos hallará desnudos. Realmente, vivimos en esta tienda de campaña, suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Es Dios quien nos ha hecho para este fin y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas. Por eso mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor. Vivimos por fe, no por vista. Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor. Por eso nos empeñamos en agradarle, ya sea que vivamos en nuestro cuerpo o que lo hayamos dejado. Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo”. 2 Corintios 5.1-10
Le preguntaron al Dr. Billy Graham, si le tenía miedo a la muerte y el respondió: “_No, no le temo a la muerte, pero me preocupa el proceso”.
Sin embargo, la Biblia, nuestra guía infalible, nos dice que el Señor estará con nosotros durante ese proceso. Creo que en esto estaba pensando el salmista cuando escribió, el Salmo 121:
“A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? 2 Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra. 3 No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida. 4 Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel. 5 El Señor es quien te cuida, el Señor es tu sombra protectora. 6 De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. 7 El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. 8 El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre”.
Los estudiosos nos dicen que este Salmo, era probablemente un himno que los peregrinos cantaban en cada ocasión en que viajaban a Jerusalén a adorar. Sin duda, la jornada era muy peligrosa, la oscuridad en la noche, las fieras de los desiertos, las serpientes en los caminos y los ladrones en acecho, los convertían en víctimas fáciles. Pero ellos, se animaban unos a otros creyendo y cantando: “A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra”.
Ahora mismo, aquí a mi lado, César mi apreciado pastor y yerno, y yo. Hemos orado por ustedes en el sentido de que el Señor les haga compañía en estos días en que están en el valle del corazón quebrantado. Oramos que la gloria de Él descienda como una nube para guiarlos durante el día y como una luz aliviadora que aparte la oscuridad de la noche. Que el amor de Dios sobre ustedes sea el bálsamo para las heridas de Luz Marina, que vuestras lágrimas sean enjugadas por la Mano del Señor. El lugar donde no habrá ni dolor y muerte, se encuentra al cruzar la montaña. ¡Hacia allá vamos! Unos van primero, otros vamos después. Allí acudiremos para unir nuestras voces al coro de millones de ángeles y de toda la creación, y, cantaremos a todo pulmón glorificado:
“Cantaban con todas sus fuerzas: "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" Y oí a cuanta criatura hay en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, a todos en la creación, que cantaban: "¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos!" Apocalipsis 5.12-13
Nuestro amado hermano, el Dr. Paul W Powell, escribió una ilustración que nos viene al caso, citarla:
En el barco Zam Zam que fue hundido por los alemanes a principios de la Segunda Guerra Mundial. Muchos de los pasajeros eran misioneros. Los sobrevivientes fueron recogidos del mar por la tripulación de un buque de guerra alemán. El ataque y el hundimiento eran suficiente razón para que todos tuvieran los nervios a punto de reventar.
Los pasajeros fueron separados de acuerdo a su sexo. Los varones pasaron la primera noche en un lado del barco y las mujeres en el lado opuesto. El siguiente día por la mañana se les permitió subir a la cubierta y estar juntos. Los unos a los otros se hicieron las preguntas esperadas: “¿Estabas nervioso?”. “¿Tenías miedo?” “¿Pudiste dormir?” Alguien le preguntó a un misionero anciano cómo había pasado la noche. Y este contestó: “Al principio pensé que no iba a dormir. El piso estaba muy duro, y como ustedes saben, estaba muy preocupado y ansioso. Pero empecé a orar al Señor. Me hizo recordar lo que dice Su Palabra en el Salmo 121:
“Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra. No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida. Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel”.
Así que dije-continuó-relatando el misionero: Señor no tiene caso que los dos pasemos la noche despiertos. Si tú vas a hacer la guardia, te agradecería mucho que me ayudaras a dormir.” Y pude dormir.
Amados, pido al Señor que nosotros, y particularmente ustedes, tengamos esta misma confianza.
Hoy la enfermedad ha tocado tus puertas y nosotros estamos orando por un milagro. Nosotros sabemos que nuestro Dios es soberano y estamos bajo la cobertura de su gracia, poder y voluntad. Mientras oramos y esperamos, llegue hasta ti y tu lecho, mi aprecio unido al de tantos amados que sienten lo mismo por ti, tu esposo e hijos.
¿Por qué y para qué, los corazones quebrantados? Entre las interrogantes que nos preocupan como seres humanos, se encuentran estas: ¿Por qué debo sufrir tanto? ¿Por qué el sufrimiento parece ensañarse conmigo? ¿Porque a mí Señor? Como te conozco bien, sé que tú no estás entre las que preguntan exigiendo el ¿Por qué? Sino el ¿Para qué? Las primeras preguntas buscan razones, la segunda ven un propósito en la prueba. Hay un mundo de diferencias entre ambas, pero no es el propósito de esta carta, enfocarme en eso. Sin embargo, estas son algunas de las preguntas que con frecuencia escuchamos de nuestros familiares y amigos que están pasando por un momento difícil. Ante esta circunstancia, cabe preguntarnos: ¿Nos veremos algún día nosotros haciendo estas mismas preguntas? Nadie lo desea. Pero es lo más seguro. Me adelanto en decirte que el dolor es parte de nuestro diario vivir, en el transcurso de nuestra vida nos enfrentamos a las enfermedades, problemas, ingratitudes, fracasos y lágrimas. Y con mucha frecuencia el ser humano llega al punto en que siente que ya no tiene fuerzas para seguir resistiendo.
Por otra parte, los que hemos vivido unos cuantos años, como en mi caso, sabemos que la vida en sí misma es una prueba. Somos probados todo el tiempo por medio del sufrimiento, muy a menudo Dios, utiliza nuestras aflicciones para desarrollar nuestro carácter cristiano. No obstante esto, el sufrimiento, por muy grande que sea, nunca debe hacernos olvidar que somos hijos de Dios. Es más el dolor puede hacer que nosotros nos elevemos a un plano superior en nuestra relación con nuestro Padre. El sufrimiento puede ser un crisol que nos purifique de la escoria, que nos libra de todo aquello que daña nuestro carácter. Pone templanza en nuestra vida, nos ayuda a eliminar nuestro orgullo, nuestro egocentrismo que lo quiere todo para sí mismo, sin pensar en otros. Y por encima de todo el sufrimiento nos enseña a confiar en Dios. Porque Dios, no se pone a la vera del camino para vernos desde lejos, sino que se une a nosotros para andar a nuestro lado. ¡Bendita sea Su compañía entre nosotros!
Los corazones quebrantados de los seres humanos, nos enfrentamos a muchos tipos de pruebas, entre ellas, oraciones y clamores, aparentemente no contestados. Críticas y burlas inmerecidas por servir al Señor. Tragedias que nos llegan inesperadamente y sin sentido. Enemigos gratuitos sin haberlos molestado. En fin, el camino del ser humano está lleno de dificultades. La vida humana es como un castillo de naipes que en un segundo se viene abajo. Por lo tanto, no es un camino de rosas. JESÚS, nos enseñó que la cruz era nuestra compañera de viaje en esta vida. Creo que en esto estaba pensando una anciana, cuando en las páginas desgatadas de su Biblia, escribió: “Dios no nos ofrece un camino fácil a la Tierra Prometida, pero sí nos brindará un camino seguro”.
En efecto, los corazones quebrantados tienen una gran esperanza al entender la razón de para qué estamos en el mundo. La Biblia nos dicen que ep propósito de nuestra vida humana, aquí en la tierra, “bios” en griego se nos ha dado para que nos encontremos con la vida eterna “zoé” en JESÚS. Tarde o temprano nos enfrentaremos al dolor y al sufrimiento en la vida “bios”, pero nuestra vida “zoe” se va hermoseando cada vez, más y más. Eso fue lo que dijo el apóstol Pablo, cuando afirmó:
“De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas. Mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial, porque cuando seamos revestidos, no se nos hallará desnudos. Realmente, vivimos en esta tienda de campaña, suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. Es Dios quien nos ha hecho para este fin y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas. Por eso mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor. Vivimos por fe, no por vista. Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor. Por eso nos empeñamos en agradarle, ya sea que vivamos en nuestro cuerpo o que lo hayamos dejado. Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo”. 2 Corintios 5.1-10
Le preguntaron al Dr. Billy Graham, si le tenía miedo a la muerte y el respondió: “_No, no le temo a la muerte, pero me preocupa el proceso”.
Sin embargo, la Biblia, nuestra guía infalible, nos dice que el Señor estará con nosotros durante ese proceso. Creo que en esto estaba pensando el salmista cuando escribió, el Salmo 121:
“A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? 2 Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra. 3 No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida. 4 Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel. 5 El Señor es quien te cuida, el Señor es tu sombra protectora. 6 De día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. 7 El Señor te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. 8 El Señor te cuidará en el hogar y en el camino, desde ahora y para siempre”.
Los estudiosos nos dicen que este Salmo, era probablemente un himno que los peregrinos cantaban en cada ocasión en que viajaban a Jerusalén a adorar. Sin duda, la jornada era muy peligrosa, la oscuridad en la noche, las fieras de los desiertos, las serpientes en los caminos y los ladrones en acecho, los convertían en víctimas fáciles. Pero ellos, se animaban unos a otros creyendo y cantando: “A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra”.
Ahora mismo, aquí a mi lado, César mi apreciado pastor y yerno, y yo. Hemos orado por ustedes en el sentido de que el Señor les haga compañía en estos días en que están en el valle del corazón quebrantado. Oramos que la gloria de Él descienda como una nube para guiarlos durante el día y como una luz aliviadora que aparte la oscuridad de la noche. Que el amor de Dios sobre ustedes sea el bálsamo para las heridas de Luz Marina, que vuestras lágrimas sean enjugadas por la Mano del Señor. El lugar donde no habrá ni dolor y muerte, se encuentra al cruzar la montaña. ¡Hacia allá vamos! Unos van primero, otros vamos después. Allí acudiremos para unir nuestras voces al coro de millones de ángeles y de toda la creación, y, cantaremos a todo pulmón glorificado:
“Cantaban con todas sus fuerzas: "¡Digno es el Cordero, que ha sido sacrificado, de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y la honra, la gloria y la alabanza!" Y oí a cuanta criatura hay en el cielo, y en la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, a todos en la creación, que cantaban: "¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, sean la alabanza y la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos!" Apocalipsis 5.12-13
Nuestro amado hermano, el Dr. Paul W Powell, escribió una ilustración que nos viene al caso, citarla:
En el barco Zam Zam que fue hundido por los alemanes a principios de la Segunda Guerra Mundial. Muchos de los pasajeros eran misioneros. Los sobrevivientes fueron recogidos del mar por la tripulación de un buque de guerra alemán. El ataque y el hundimiento eran suficiente razón para que todos tuvieran los nervios a punto de reventar.
Los pasajeros fueron separados de acuerdo a su sexo. Los varones pasaron la primera noche en un lado del barco y las mujeres en el lado opuesto. El siguiente día por la mañana se les permitió subir a la cubierta y estar juntos. Los unos a los otros se hicieron las preguntas esperadas: “¿Estabas nervioso?”. “¿Tenías miedo?” “¿Pudiste dormir?” Alguien le preguntó a un misionero anciano cómo había pasado la noche. Y este contestó: “Al principio pensé que no iba a dormir. El piso estaba muy duro, y como ustedes saben, estaba muy preocupado y ansioso. Pero empecé a orar al Señor. Me hizo recordar lo que dice Su Palabra en el Salmo 121:
“Mi ayuda proviene del Señor, creador del cielo y de la tierra. No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida. Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel”.
Así que dije-continuó-relatando el misionero: Señor no tiene caso que los dos pasemos la noche despiertos. Si tú vas a hacer la guardia, te agradecería mucho que me ayudaras a dormir.” Y pude dormir.
Amados, pido al Señor que nosotros, y particularmente ustedes, tengamos esta misma confianza.
Luz Marina, creo que puedo decirte las siguientes palabras con toda justicia y corazón, porque te conozco desde hace muchos años. ¡Fuiste escogida por el Señor, como una de Sus hijas y voceras en esta generación, y has cumplido! Tú has sido una gran peregrina y misionera en este mundo. Tu preciosa vida ha tocado muchas otras vidas con el evangelio. En esta hora es imposible contar los frutos de tus discípulas y discípulos que tú y Boanerges han forjado para el Señor. Has sido una gran bendición para todos nosotros tus hermanos y hermanas en Cristo. Te he visto, luchar al lado de tu amado esposo con pasión y abnegación por tu amado Señor y Rey. Tus discípulos y discípulas, te aman y esta hora claman al Señor para que la voluntad de Dios sea hecha sobre ti. Gracias al Señor por tus hijos que en medio del fragor de la batalla por extender el reino, no los descuidaste, y ahora, ellos siguen el paso firme de ustedes. Como bien, lo dicen los Salmos 127-128. ¡Esos hijos son flechas disparadas al servicio del Señor! En verdad, vale la pena vivir como tú y tu esposo han vivido. ¡Debes esta feliz porque tus ramas de olivo son fructíferas! ¡Eso es grande! ¡Alabado sea el Señor!
Boanerges, lamento no tener alas para volar a tu lado, y solamente estar allí. Puesto que este es el momento de tu aflicción, la prueba ha llegado. Nuestro Dios Soberano, está con ustedes en esta hora. Él tiene la última palabra. ¡Nosotros estamos tocando la puerta de Su voluntad y sabemos que nos oye! El mismo nos pidió que le pidiéramos y en eso estamos. En esta hora, ustedes no podrán contar la gran cantidad de hermanos y hermanas que están orando por ustedes. Tú, mi amado consiervo, mantente al lado de tu amada. ¡Ese es tu lugar en estos días! No voy a pedirte que no llores, solo oro que por cada lágrima que derrames, el Señor nos permita cosechan un alma para Su reino. Quiero decirte que en el reloj demográfico del Señor, cada segundo en alguna parte de este mundo, hay un convertido. ¡Alabado sea el Señor! Tu yo, y muchísimo otros hemos puesto nuestro granito de arena y nuestro amado JESÚS, está siendo anunciado y predicado en todo el mundo como lo que es, el merecedor de toda la honra, la gloria y el honor. ¡No podemos perder con Él! ¡El es nuestra pasión y triunfo! ¡Con Él todo, sin Él, nada!
¡Ahora me doy cuenta, una vez más! Que en esta vida, somos nada más que peregrinos. En uno de sus viajes al medio oriente, a las puertas del templo, un hermano encontró este escrito muy antiguo, atribuido a JESÚS: “El mundo no es más que un puente; tienes que pasar por él, pero no edificar tu casa en él”. Exactamente, podemos creer que este dicho sea de nuestro amado JESÚS. Porque todos nosotros sabemos, lo hemos predicado y vivido, este mundo no puede ser nuestro hogar definitivo, por lo tanto, nunca puede ser nuestra meta; el cristiano es desde principio hasta el final, simplemente un peregrino. Un cristianos en construcción hacia lo debemos ser en Cristo, y nada más.
¡No podemos negarlo y lo confesamos delante de ustedes con humildad delante de Dios! Nuestro corazón está quebrantado también, debido al aprecio y amor que mutuamente nos expresamos. Pero aquel que vino a sanar los corazones quebrantados, es Dueño tanto de este lado como del otro. ¡Aleluya! Él va a nuestro lado como nos lo ha prometido. ¿No es precioso? ¿No es seguro? ¿No es alentador? Él único baquiano y conocedor del sufrimiento, no nos dijo: ¡vayan!, sino “síganme”. ¡Eso han hecho ustedes! ¡En eso estamos! ¡Alabado sea su nombre para siempre! ¡Amén!
Pero bien, Luz Marina y Boanerges, esta carta de hoy se me ha hecho larga. Sólo me resta bendecirlos, abrazarlos y besarlos. Mes despido con las notas de un viejo y querido himno:
"La gloria de Cristo el Señor cantaré/ Pues llena mi vida de gozo y de paz./ Callar los favores que de Él encontré,/Mi labio no puede jamás/.En horas de angustia conmigo Él está,/Y puedo escuchar su dulcísima voz,/Que me habla, y su paz, inefable me da,/La paz infinita de Dios./Si a rudos conflictos me mira que voy,/Me deja hasta el fin a mí solo luchar,/ Más pronto si ve que cediendo ya estoy/,Socorro me viene a prestar./ _Himnario Bautista #434
¡Adelante, siempre adelante!
Consiervo y amigo,
Francisco Aular
Boanerges, lamento no tener alas para volar a tu lado, y solamente estar allí. Puesto que este es el momento de tu aflicción, la prueba ha llegado. Nuestro Dios Soberano, está con ustedes en esta hora. Él tiene la última palabra. ¡Nosotros estamos tocando la puerta de Su voluntad y sabemos que nos oye! El mismo nos pidió que le pidiéramos y en eso estamos. En esta hora, ustedes no podrán contar la gran cantidad de hermanos y hermanas que están orando por ustedes. Tú, mi amado consiervo, mantente al lado de tu amada. ¡Ese es tu lugar en estos días! No voy a pedirte que no llores, solo oro que por cada lágrima que derrames, el Señor nos permita cosechan un alma para Su reino. Quiero decirte que en el reloj demográfico del Señor, cada segundo en alguna parte de este mundo, hay un convertido. ¡Alabado sea el Señor! Tu yo, y muchísimo otros hemos puesto nuestro granito de arena y nuestro amado JESÚS, está siendo anunciado y predicado en todo el mundo como lo que es, el merecedor de toda la honra, la gloria y el honor. ¡No podemos perder con Él! ¡El es nuestra pasión y triunfo! ¡Con Él todo, sin Él, nada!
¡Ahora me doy cuenta, una vez más! Que en esta vida, somos nada más que peregrinos. En uno de sus viajes al medio oriente, a las puertas del templo, un hermano encontró este escrito muy antiguo, atribuido a JESÚS: “El mundo no es más que un puente; tienes que pasar por él, pero no edificar tu casa en él”. Exactamente, podemos creer que este dicho sea de nuestro amado JESÚS. Porque todos nosotros sabemos, lo hemos predicado y vivido, este mundo no puede ser nuestro hogar definitivo, por lo tanto, nunca puede ser nuestra meta; el cristiano es desde principio hasta el final, simplemente un peregrino. Un cristianos en construcción hacia lo debemos ser en Cristo, y nada más.
¡No podemos negarlo y lo confesamos delante de ustedes con humildad delante de Dios! Nuestro corazón está quebrantado también, debido al aprecio y amor que mutuamente nos expresamos. Pero aquel que vino a sanar los corazones quebrantados, es Dueño tanto de este lado como del otro. ¡Aleluya! Él va a nuestro lado como nos lo ha prometido. ¿No es precioso? ¿No es seguro? ¿No es alentador? Él único baquiano y conocedor del sufrimiento, no nos dijo: ¡vayan!, sino “síganme”. ¡Eso han hecho ustedes! ¡En eso estamos! ¡Alabado sea su nombre para siempre! ¡Amén!
Pero bien, Luz Marina y Boanerges, esta carta de hoy se me ha hecho larga. Sólo me resta bendecirlos, abrazarlos y besarlos. Mes despido con las notas de un viejo y querido himno:
"La gloria de Cristo el Señor cantaré/ Pues llena mi vida de gozo y de paz./ Callar los favores que de Él encontré,/Mi labio no puede jamás/.En horas de angustia conmigo Él está,/Y puedo escuchar su dulcísima voz,/Que me habla, y su paz, inefable me da,/La paz infinita de Dios./Si a rudos conflictos me mira que voy,/Me deja hasta el fin a mí solo luchar,/ Más pronto si ve que cediendo ya estoy/,Socorro me viene a prestar./ _Himnario Bautista #434
¡Adelante, siempre adelante!
Consiervo y amigo,
Francisco Aular
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Muchas pruebas vendran durante nuestra vida terrenal, toca a cada uno segun la gracia de Dios que es sin medida, adueñarse de sus divinas promesas.
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